Del tecnoestrés al bienestar digital

 En Curiositá, El Prisma
Federico Galán Martín

Director Salud y Bienestar Laboral

 

Con la excusa de ver las valoraciones sobre el restaurante al que te diriges, ¿eres incapaz de no echar un vistazo también al correo electrónico corporativo a través de tu smartphone?; mientras ayudas a tu hijo pequeño con sus tareas escolares en la tablet al final dela tarde, ¿vas a poder atender la penúltima reunión por Teams con el equipo de proyecto?; ya en la cama antes de dormir mientras visualizas en streaming la serie de moda, ¿no vas a comprobar si ese clink que acaba de sonar en tu portátil es la última actualización de ventas que acaba de llegar de la oficina de USA?;…

¡La dopamina generando un estado constante de activación y alerta!

Podemos leer en la nota técnica NTP730 del INSST (Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo) que el tecnoestrés es “el estrés específico derivado de la introducción y uso de nuevas tecnologías en el trabajo” y está relacionado con los efectos psicosociales negativos del uso de las TIC (Tecnologías de la Información y de la Comunicación).

Aunque este fenómeno pueda parecer nuevo, en realidad en la segunda mitad de la década de los 80 del siglo pasado ya empezaba a utilizarse en relación con los problemas de adaptación que el uso de los primeros ordenadores personales empezaba a producir en los ámbitos académicos y laborales. El psiquiatra norteamericano C. Brod le puso nombre a esta nueva forma de desajuste.

Naturalmente, desde entonces se ha experimentado una auténtica explosión de tecnologías asociadas (telefonía móvil, correo electrónico, internet, herramientas para el trabajo en remoto, redes sociales ,…) hasta llegar a una situación en la que algunos hablan ya de un nuevo “individuo conectado” o “hiperindividuo”, afectado negativamente muy a menudo por la era digital en la que nos encontramos.

Tecnoestrés en realidad podría estar siendo utilizado como término paraguas para referirnos a tres tipos diferenciados de desajuste (NTP730, INSST):

  • La tecnoansiedad que produce en las personas altos niveles de activación fisiológica no placentera, llevando a que éstas sientan tensión y malestar por el uso de estas tecnologías. Es el tipo de tecnoestrés más común. En algún caso puede llegar a tecnofobia.
  • La tecnofatiga es una fatiga o cansancio mental consecuencia del uso continuado de la tecnología, siendo la fatiga informativa un tipo específico resultado de la sobrecarga y la sobreexposición al mundo de noticias e información en redes.
  • La tecnoadicción refleja el uso compulsivo en cualquier momento, circunstancia y durante largos periodos de tiempo de las tecnologías, haciendo a las personas dependientes de las mismas.

Los problemas que el tecnoestrés puede ocasionar tienen que ver fundamentalmente con la aparición de trastornos psicosomáticos (problemas de sueño, dolor de cabeza, molestias musculares, problemas gastrointestinales) y/o con efectos sobre el comportamiento en la organización (bajo desempeño, absentismo).

El estudio Cinfa/Seas sobre “Percepción y hábitos de la población española en torno al estrés” muestra que casi tres de cada diez encuestados (28,3%) declaran que las nuevas tecnologías aumentan su estrés. Siete de cada diez (68,2%) perciben que las TIC incrementan su nivel de estrés debido a la imposibilidad de “desconectar”, siendo las llamadas telefónicas y la recepción de correos fuera de horario laboral algo que afecta a casi la mitad. La necesidad de dar una respuesta inmediata a estas llamadas y/o correos y la adicción o dependencia que generan son unos estresores claros.

En la misma línea, el Observatorio Tecnoestrés-2020 (Instituto de Seguridad y Bienestar Laboral) muestra una imagen del tipo de efectos a los que nos estamos enfrentando: más trabajadores que consideran que el uso de las tecnologías les provoca consecuencias negativas, la cantidad de información y los plazos para la realización de actividades con el uso de las TIC generan situaciones de estrés y preocupación, los encuestados consideran el uso de las TIC como una amenaza psicosocial y más de la mitad de los encuestados han tendido problemas personales por el uso excesivo de teléfonos móviles y las redes sociales.

Y, por supuesto, la pandemia por Covid-19 ha venido para agravar de forma importante la situación descrita. Millones de personas se han visto obligadas de un día para otro a trabajar desde su casa (dependiendo para ello de diversos dispositivos digitales) pero: sin formación para hacer frente a esta nueva realidad, sin protocolos para actuar de una forma segura y saludable, con falta de recursos y espacios adecuados, con un muy difuso (cuando no inexistente) límite entre lo personal y lo laboral, con horarios extendidos para atender a una demanda a veces incrementada, etc.

Una de las consecuencias más claras en el ámbito laboral de la problemática que estamos describiendo es la necesidad de reconocer y legislar en torno a lo que podríamos denominar derecho a la desconexión digital; es decir, el derecho de las personas a no estar sometidas a una disponibilidad horaria continua, respetando sus periodos de descanso diario, semanal y de vacaciones anuales.

En España, lo que en un primer momento se adelantó a través de la modificación de la Ley Orgánica 3/2018 de Protección de Datos (LOPD), ha adquirido carta de naturaleza a través del Real Decreto Ley 28/2020 de Teletrabajo. No es el objetivo de esta nota abordar las consecuencias de esta norma, pero sí merece la pena señalar al respecto que en la práctica esta normativa obliga a que en las organizaciones se defina y acuerde una política interna que desarrolle unos procedimientos, reglas y protocolos para facilitar la desconexión, especificando con claridad qué se puede hacer y qué no se puede hacer fuera del horario laboral en términos de conexión/desconexión.

Como ocurre con cualquier otra problemática en el ámbito laboral, la que se deriva del tecnoestrés requiere que definamos, apliquemos y evaluemos estrategias de intervención psicosocial, ya sea en el ámbito individual o a un nivel organizacional(asumiendo que el desequilibrio que pueda existir entre las demandas y los recursos requiere que se disminuyan las primeras y/o se incrementen los recursos). Las tecnologías de la información y de la comunicación deben ser herramientas para mejorar nuestra vida laboral (y personal), no para hacerla más difícil. La tecnología es una aliada con la que debemos crear y mantener una relación saludable. En ese sentido, hay que conocer cuáles son nuestros hábitos digitales para eliminar los nocivos y potenciar los que nos ayudan. Tenemos que ser conscientes de los objetivos que perseguimos utilizando una determinada tecnología, cómo es el tiempo que pasamos con ella y qué es lo que nos aporta realmente.

En definitiva, tener el control sobre las TIC, convirtiéndolas en recursos positivos en nuestra vida y alcanzando un verdadero BIENESTAR DIGITAL

Recomendados

Empieza a escribir y pulse Intro para buscar

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies