En Navidad: más conductas con valores menos cultura de valores
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Me indigno de grandes discursos de valores proclamados por políticos, directivos y hombres de la calle cuando en realidad no se hace conducta con valores. Menos soflamas sobre la honradez, la responsabilidad social corporativa, el valor social del emprendedor, la marca España y más conductas honradas, de respeto al empleado, de innovación y profesionales. Hay que aprovechar el solsticio de invierno para reivindicar el valor de hacer más que el de decir. La corrupción empieza con pequeñas conductas permisivas de dudosa eticidad, indignarse frente a los políticos y luego pedir que te quiten el IVA en una factura es un fraude social. Me niego a pelear en el mundo de los ideales sin hacer ideal mi mundo real. Conductas éticas en Navidad más que los hueros mensajes de felicidad y prosperidad.
Como decía Confucio (creo que fue un pensador que nació cerca de Palencia): “Cuando el lenguaje no es correcto, lo que se dice no es lo que se quiere decir y lo que se debe hacer no se hace”. Hacer y decir son los dos verbos que deben ser congruentes, no decir lo importante que es el compromiso sino hacer conductas de confianza. Los paradigmas actuales de la gestión de confianza en la empresa tienen dos premisas: para que la gente confíe en ti lo primero es que tú confíes en ti y en segundo lugar, para recibir confianza hay que dar conductas de confianza. La confianza en los demás no es un decir sino un hacer diario a través de tus conductas.
Los momentos de fin y comienzo de años son muy proclives para hacer balances vitales y listas de cambio y creo que sería útil que en los balances reflexionáramos de la multitud de incongruencias vitales que hemos tenido. Cuantos valores hemos dicho y que conductas con valores hemos hecho. No vale con decir lo malo que son los políticos, la sociedad, las empresas, la nación sino cuantas conductas tuyas personales han sido coherentes con los valores exaltados. Y, fundamentalmente, plantear tus cambios (pequeños cambios) de conducta sabiendo el valor de tener nuevas conductas coherentes con tus valores. No grandes “revelaciones” nominales sino ejercitar el músculo del cambio personal en tu día a día. Como dirían en mi pueblo: “No es lo mismo predicar que dar trigo”, me gustaría dar el trigo de mis conductas con valores. También la propia sabiduría popular tan cercana a nuestra cultura latina tiene refranes que justifican este doble rasero entre el hacer y el decir. Y cuando nos dice:”Llámame gorrión y échame trigo” vuelve a reiterar lo importante que es lo que se hace y no lo que se dice.
De ahí, os planteo una forma diferente de vivir el momento de la Navidad. Olvidemos las frases hechas donde guardamos nuestra conducta y propiciemos la conducta con valores. Como dice el gran psicólogo Steven Pinker en su último libro “Los ángeles que llevamos dentro”, vivimos en la época menos cruel y violenta de cuantas ha conocido la humanidad. Por tanto, no todo tiempo pasado fue mejor y el mejor de los tiempos es este en el que vivimos, y lo que no podemos es condicionar nuestro futuro. El cambio en nuestro futuro está en los pequeños cambios de conducta en el presente. Pues Kant ya nos indicaba que cada época elegimos sencillamente lo que creemos más conveniente. Por eso, os propongo unas Navidades de cambio, no hay mejor ocasión que cuando hay una gran tradición para que se note tu cambio. Debemos utilizar el espejo del psicoanálisis que como sabemos recogía la leyenda de Basilisco. Cuenta la leyenda que para matar al basilisco el cazador usaba un espejo. El monstruo se destruía al verse reflejado en él. El psicoanálisis hacer consciente a las personas de sus traumas y miedos. Hay que utilizar “espejos vitales” para nuestro cambio vital, y para eso necesitamos feedback “social” de nuestras conductas.
Para mi mente analítica y necesitada del orden para impulsar a la acción yo me he propuesto cinco pequeños cambios navideños, y por favor si me veis que no consigo hacerlo dadme feedback. Los cinco cambios son:
1.- Pedir feedback a mis grupos sociales. Necesito espejos de mis acciones vitales. No quiero grandes ideas de lo que “soy” sino información de lo que “hago”. Conductas que he hecho y principalmente las que no he hecho. Una información concreta y precisa para solidificar el cambio. No vale el año que viene hay que ser mejor sin reflexionar lo que no he hecho en el año anterior. Otro refrán cerealístico me sirve: “Amigo ¿para que buscas mejor pan que el del trigo?” . Por qué buscar arcadias de utópicos valores cuando el verdadero valor esta en tu cambio personal. En la cultura latina, de raigambre católica, tenemos enormes valores anticrisis: la familia, la exteriorización de nuestro malestar, la relativización del valor del trabajo, etc., pero carecemos de algunas herramientas que no nos hacen tan emprendedores en época de crisis. Hay dos procesos que no dominamos: el miedo al ridículo en el fracaso y el aprendizaje del feedback. Parece ser un apestado quien fracasa al intentar su empresa, su proyecto, sus ideales, y por tanto, tenemos aversión al riesgo social, y en segundo lugar, la gran carencia de evitar lo negativo del feedback y el buscar la culpabilidad personal en el feedback. Si no sabemos qué hacemos bien y/o mal ¿Cómo queremos cambiar?.
2.-Combatir las frases asesinas. Nuestro “hacer” necesita de nuestro discurso, nadie hace sin verbalizar lo que tiene que hacer. Ahora no vale sólo decir sin hacer, guardarse detrás de los tópicos para cumplir socialmente y huir de conductas comprometidas. Pero lo que es imposible es hacer, diciendo frases que asesinan nuestra actitud. Frases como:”¿Para qué voy a emprender?”, “¡Con la que está cayendo!”, “La política para los políticos” , ”Hagas lo que hagas, te va a dar igual”, nos llevan a asesinar nuestro cambio personal. Me niego a cercenar mi futuro por mensajes negativos, regodeándome de las críticas a los demás sin un gramo de cambio en mi conducta. No quiero frases hechas, tan propicias en Navidad, de paz en el mundo, felices pascuas, etc. si estas evitan una sonrisa sincera, mi pequeña acción positiva del día. Menos frases socialmente correctas y más conductas personalmente coherentes.
3.- Luchar con la corrupción en mi quehacer. La corrupción no son sólo conductas ajenas sino también actos de permisividad personal. Si como decía nuestros antepasados “¡que no te pongan donde puedas robar!, pues hay que revelarse desde tu conducta diaria. Hay que sentirse orgulloso de pagar impuestos (y el que defrauda no es un héroe). Hay que afear a quién justificándose en los ladrones “políticos” no te cobra el IVA ó te paga en negro. El combate contra la corrupción necesita de una actitud social y personal de rechazo de conductas no éticas. Menos valores sociales y más conductas sociales. Debemos evitar que no sea corrupto hasta nuestro propio cambio personal. Y aquel dicho anónimo “con el viento se limpia el trigo y los vicios con castigo”, tiene razón hay que denunciar la corrupción de baja intensidad y negarse a darle cobijo social.
4.- Dar sonrisas y apoyo al cambio. Creo en el poder de la sonrisa sincera en momentos difíciles y el apoyo que se necesita no sólo con dinero sino con atención. Quiero dedicar mi saber y hacer a apoyar a personas en busca de empleo y trabajo. No vale con saber lo que pasa sino compartir con ellos. Destinar cafés para hablar sobre la situación que hay en este momento social. No se trata de estar en una ONG sino en que cada uno demos nuestra sonrisa y consejo a quién lo necesita. El mero hecho de escuchar a alguien ya es un tesoro. Dedicar tiempo a aquellos que quieren compartir su momento contigo. Como dice José Antonio Marina tener un prejuicio es estar absolutamente seguro de algo falso, hay que huir de prejuzgar y juzgar pasados sino de facilitar futuros desde las conversaciones que ayudan. Hay que conversar con todos para ayudarle en este momento. Y volviendo a mis refranes palentinos: “Al triste el puñado de trigo se le vuelve alpiste”.
5.- Por último, consumir para crear riqueza. Con la austeridad del hacer y no del que quiere tener, tenemos que ayudar a la sociedad consumiendo todo en Navidad. Hay que romper el círculo negativo del temor a la falta de dinero en un futuro, empobreciendo nuestro presente. No implica gastarse lo que uno no tiene sino más bien la sabiduría popular del “No pidas trigo a la tierra que no riegas a diario”. Hay que consumir adecuadamente pero pensando en el valor social de nuestra aportación a la economía. Siempre recuerdo como mis abuelos decían “hay que comprar pan para que la familia del panadero viva igual que nosotros”. No hay mucho dinero, pero hay que confiar en que la sociedad se hace con la solidaridad de nuestra aportación.
En fin, no voy a desear grandes felicidades navideñas sino más bien os invito a pedir feedback, a huir de frases asesinas, a hacer conductas éticas, a sonreír y, ante todo, vivir sin olvidar la solidaridad en el presente. Más conductas con valores y menos valores grandilocuentes. La revolución del sencillo cambio personal frente a elocuentes eslóganes navideños. Pues ya lo decían aquellas viejas tras el Concilio Vaticano II: ”Al cielo, lo que se dice al cielo, iremos los de siempre”. Feliz cambio.
Javier Cantera
Presidente de Auren Blc y la Fundación Personas y Empresas