El cambio no te mata, te hace más fuerte

 En Curiositá, El Prisma, Revistas

María Asenjo, Socia Auren BLC

Muchas organizaciones tardan años en tomar decisiones vinculadas a cambios, sin embargo, en menos de una semana se han visto obligadas a afrontar cambios que nunca hubieran decidido. Parece que, ante un inusitado y forzoso imprevisto, sólo queda abrir la puerta al cambio, aceptarlo e integrarlo. 

Aun sabiendo que la vida es un proceso de cambio constante y que sin cambio no hay vida, es curioso observar como un buen número de organizaciones todavía se apegan a ciertos paradigmas, sustentados en las creencias de las personas y en sus propios miedos. Y se mantienen ahí, sólidos e inamovibles, a lo largo de los años, alimentando su instinto de autoprotección, a pesar de ser conscientes de su escasa efectividad y alto riesgo. 

A día hoy, todavía seguimos pensando que sólo funcionan la jerarquía y las decisiones centralizadas; seguimos apegados a la cultura de “proceso” sin visualizar realmente el valor del “proyecto” como agente poderoso de cambio; seguimos apostando por mantener largas cadenas de interlocutores en el desarrollo de una actividad hasta conseguir que ésta pierda su sentido y rentabilidad; hablamos de confianza sin confianza en que podamos confiar, una muestra clara de ello es el escaso éxito del teletrabajo tan sólo unos meses atrás. Seguimos orientados a los resultados a corto plazo y a la inmediatez, lo que en numerosas ocasiones nos incapacita para alzar la mirada y observar estratégicamente qué está sucediendo fuera, qué nos depara el futuro y cómo nos podemos anticipar; seguimos sobrevalorando la meta sin considerar la importancia del camino para alcanzarla; seguimos permitiendo la existencia de silos departamentales fomentando la lucha de egos por los recursos y el reconocimiento; seguimos anclados en el presentismo bajo la falsa y obsoleta creencia de que equivale a compromiso y productividad; hablamos de conciliación mientras promovemos continuamente la desavenencia entre la vida profesional y personal y seguimos creyendo en el líder héroe como símbolo de poder y razón por encima de la esencia y la emoción.  

Estos son sólo algunos ejemplos que reflejan las creencias, modelos, valores… del estilo de management tradicional. Sin embargo, en este momento, nos encontramos en un terreno abonado para la transformación. Las organizaciones tienen que aligerar su peso, simplificar sus procesos, agilizar sus decisiones, soltar sus miedos, recuperar la confianza en las personas “de verdad” para que pueda aflorar todo su potencial y así poder evolucionar, fluir y adaptarse a la realidad cambiante en la que la velocidad y la innovación son los principales drivers.  

Las realidades sólidas, las de “para toda la vida”, tal y como decía Zygmunt Bauman, ya no sirven, se han desvanecido, hay que desprenderse de los viejos patrones para crear nuevos moldes. En el momento en el que aparecen nuevas y mejores posibilidades, se devalúan las existentes, pierden su sentido y utilidad. 

Quizá, ahora más que nunca, aprovechando la inercia del momento presente, que nos ha invitado a mirar la vida a través de unas gafas distintas, es nuestra oportunidad para construir una nueva historia sobre la organización, repensar su propósito y reinventar sus prácticas.   

Quizá ha llegado el momento de quitarnos las gafas del miedo (“y si no funciona…”) y ponernos las de la posibilidad (“y si sí funciona…”). Y a través de esa nueva mirada, mucho más inspiradora y posibilitadora, puede ser que encontremos encaje para:

  • Abrir nuevas conversaciones que permitan cuestionar lo existente y habilitar alternativas que nos hagan vibrar de forma distinta. 
  • Identificar cuál es el propósito de vida de la organización más allá de los beneficios y la cuota de mercado. 
  • Fomentar una cultura basada en la confianza y en la autenticidad. 
  • Buscar estímulos para el compromiso en lugar de objetivos para la obligación. 
  • Poner en valor la proactividad y la capacidad de autogestión de los equipos. 
  • Reforzar la visión transversal y el trabajo colaborativo. 
  • Promover el aprendizaje ágil y continuo. 
  • Gestionar la diversidad como palanca impulsora de la eficiencia y la creatividad. 
  • Abogar por la flexibilidad en todos sus formatos. 
  • Soltar el miedo y el control (exigencia) para dar paso a la confianza y el compromiso (excelencia).

Estas y otras prácticas nos permitirán empezar a transitar el camino de la reinvención, siempre que hayamos tomado conciencia (significa darse cuenta y hacer algo con aquello de lo que me he dado cuenta) de que sólo así podemos generar entornos estimulantes, retadores, motivadores y conectados con el propósito de vida de la organización y de las personas que la integran. 

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