La nueva normalidad del teletrabajo, polarización de las condiciones de trabajo basada en el género.

 En Curiositá, El Prisma

Lourdes Munduate

Universidad de Sevilla Directora del Observatorio de Salud Laboral desde la Perspectiva de Género.

 

El coronavirus ha acelerado el proceso de transición a la digitalización en el entorno laboral y ha mostrado con más nitidez las dos caras de la satisfacción y la presión de tener la casa como oficina. Antes de que la pandemia incidiese tan contundentemente sobre los estilos de vida de las personas, se observaba una tendencia creciente hacia las demandas de flexibilidad en las condiciones de trabajo, y concretamente la revolución del teletrabajo se predecía intermitentemente en las últimas décadas, sin llegar a materializarse. Sin embargo, este impacto acelerado de la pandemia en el entorno laboral parece que perdurará en el tiempo, y las organizaciones y los responsables de recursos humanos habrán de prever y gestionar sus consecuencias para las personas, las instituciones y el entorno social generado por la crisis. Pasar de una reunión de zoom a un agradable rato con los niños, o un relajado café en la cocina, puede parecer el modelo de la buena vida, pero este conjuro de imágenes de las “cabañas electrónicas” de Alvin Toffley, alejadas de las constricciones y las rutinas de la oficina, nos desvían de la complejidad del trabajo remoto en casa (1).

El teletrabajo no es algo que se escapa a otros ámbitos más amplios de la igualdad social y económica. Lograr seguridad laboral, autonomía, y un espacio para la vida personal, es un reto tan relevante hoy como hace 20 o 30 años atrás. En este sentido, la narrativa de la crisis del coronavirus y el acelerado movimiento hacia el trabajo en casa ha apuntalado los tradicionales roles de género, que bien se sintetiza en esta alarmante frase recogida durante el confinamiento: “Me siento como una ama de casa de los años 50” (2).

El teletrabajo antes, durante y después del coronavirus: hacia la polarización de las condiciones de trabajo. Una comparativa europea nos muestra que antes del coronavirus el porcentaje de ocupados que en el 2019 al menos ocasionalmente trabajaba desde su residencia era del 25% en la mayoría de los estados nórdicos y del Benelux, y un porcentaje menor al 10% en muchos de los estados miembros del sur y el este de Europa, con un porcentaje del 8,3% en España. Los porcentajes se encuentran muy ligados a los perfiles sociolaborales de los teletrabajadores, generalmente entre 35 y 65 años, con formación universitaria, con una fuerte conexión a los sectores basados en el conocimiento y las ocupaciones más cualificadas, y con una mayor frecuencia entre los trabajadores autónomos. No se encuentran diferencias significativas por género, aunque se da una mayor incidencia con hijos en edad escolar, lo que parece indicar que el teletrabajo ha permitido tradicionalmente una mayor conciliación trabajo-familia (3).

El brote de la pandemia a principios del 2020 y las medidas de confinamiento y aislamiento social resultantes, implementadas para frenar la propagación del virus, cambiaron repentinamente esta situación. Durante el primer semestre de 2020, trabajar desde casa se convirtió en el modo habitual de millones de trabajadores en la UE y en todo el mundo. Siguiendo las recomendaciones de la Comisión Europea (2020), el teletrabajo jugó un rol importante en la preservación del empleo y la productividad, en el contexto de la crisis del coronavirus. Los datos sobre la prevalencia del teletrabajo durante la pandemia nos muestran una incidencia del 48% (34% trabajando exclusivamente desde casa y 14% combinándolo con otras ubicaciones), con marcadas diferencias entre los países, y con una incidencia del 33% en España. Las mayores proporciones se daban en los países nórdicos y el Benelux, lo que viene a confirmar la tradición del mayor arraigo del teletrabajo en los países nórdicos. Las mujeres han mostrado mayor propensión que los hombres al teletrabajo durante la pandemia (50% vs 46%), y se ha dado un considerable incremento en la incorporación de los jóvenes al teletrabajo, lo que ha permitido neutralizar, al menos provisionalmente, la dimensión ligada al estatus de la cualificación ocupacional en el acceso al teletrabajo. Destacar finalmente, que también se ha dado un incremento mucho mayor en los empleados por cuenta ajena, en comparación con los autónomos (4).

Un aspecto especialmente sensible del teletrabajo en la comparativa europea, son las diferencias de género en las condiciones de trabajo durante la pandemia. Destaca en primer lugar, el mayor tiempo dedicado a las tareas del hogar no remuneradas (cuidado y educación de los hijos, cuidado de mayores y tareas domésticas) de las personas teletrabajando, tanto en el caso de hombres como de mujeres. Se considera el cierre de los colegios durante el confinamiento como el factor más probable de esta situación. Destaca, en segundo lugar, que los hombres con hijos en edad escolar informaban de unas 30 horas a la semana de tareas del hogar no remuneradas cuando trabajaban en casa, comparado con 17 horas de los que no lo hacían. En las mujeres con hijos de edad escolar esta diferencia es algo menor, con una dedicación de 38 horas para quienes trabajaban desde casa, comparado con 28 horas para quienes no lo hacían desde casa. Y destaca en tercer lugar, el mayor número de horas dedicadas a las tareas del hogar no remuneradas por las mujeres, en comparación con los hombres, en todas las categorías. Las perspectivas de futuro sobre el potencial del teletrabajo, en el entorno postcoronavirus, resultan sumamente alentadoras. El reciente estudio prospectivo de Eurofound elaborado considerando las características intrínsecas de cada ocupación, permite estimar que una media del 37 % de las ocupaciones europeas por cuenta ajena podrían ser realizadas trabajando en remoto, al menos ocasionalmente. En esta proyección se aprecian grandes diferencias entre sectores profesionales y perfiles ocupacionales, en la misma línea mostrada por el teletrabajo antes del coronavirus. Los datos apuntan a un amplio margen de mejora en el uso de esta modalidad de trabajo, y el apuntalamiento tanto de la brecha digital como de la brecha de género en el futuro del post-coronavirus (5).

Mujeres atrapadas en la “tormenta perfecta” ante la nueva normalidad del teletrabajo. Si trabajar desde casa es el futuro del post-coronavirus para muchas personas, una cuestión clave para gestionar exitosamente esta nueva configuración laboral consiste en abordarlo desde la diversidad de las personas que se ven afectadas por el teletrabajo. Merece plantearse en este sentido, si el diseño de las políticas y las estrategias de intervención para gestionar la acelerada digitalización del trabajo pueden ser ajenas al género, la categoría profesional o el tipo de contrato laboral, por ejemplo. Como apuntan los datos de la comparativa europea del teletrabajo durante el coronavirus, un ámbito que se ha mostrado especialmente sensible a las consecuencias disfuncionales de la crisis y al devenir del siglo de las pantallas, es el del género. Desde diversos foros se ha resaltado el peligro de lo que Angela Merkel ha llamado “retradicionalización” de los roles de género, considerando que se ha producido un retroceso importante después de tantos años de progreso en la superación de la brecha de género. También desde el Fondo Monetario Internacional se ha alertado de la desproporción del impacto económico y laboral del coranavirus en las mujeres y los grupos más vulnerables. Como indica su directora, Kristalina Georgieva, las políticas centradas en el género no sólo son cruciales para eliminar las restricciones al empoderamiento económico de las mujeres, sino que son necesarias para promover una recuperación inclusiva posterior al coronavirus.

Trabajar desde casa tiene una historia problemática y el coronavirus ha vuelto a exponer sus defectos y virtudes. Las luchas por el cuidado de los niños, por el salario y por las condiciones de trabajo no son nuevas para las mujeres. Como se ha argumentado tradicionalmente, cuando se trabaja desde casa resulta más fácil para los hombres evitar las distracciones y darle prioridad al trabajo remunerado. De hecho, gran parte de la temprana adopción del teletrabajo fue emprendido por hombres que disfrutaban de una relación de confianza con los empleadores, y a medida que avanzaba la tecnología y traía consigo un incremento de los sistemas de control y vigilancia, se ampliaron las posibilidades del teletrabajo (6). Así, esta modalidad de trabajo se presentaba como la clave para la igualdad de las mujeres con niños menores, que podían aferrarse a mejores carreras profesionales ganadas a pulso, apoyadas en la flexibilidad que permite el teletrabajo. Sin embargo, la investigación ha mostrado que el tiempo dedicado al cuidado de los dependientes aumenta la presión sobre el tiempo disponible para el trabajo remunerado entre las mujeres, lo que refleja la presencia continua del “doble turno” – trabajo remunerado y trabajo no remunerado dentro del hogar. A diferencia de los hombres, es menos probable que las mujeres que teletrabajan dispongan de un espacio de trabajo exclusivo para ello, o un cónyuge a mano para mantener a raya a los niños (7). Por ello, se observa que las consecuencias económicas y sociales de la crisis son mucho mayores para las mujeres, que amenazan con empujarlas de nuevo a los roles tradicionales en el hogar, de las que les costará despojarse una vez que termine la pandemia (8). ¿Serán de nuevo las mujeres el eslabón flexible para dar respuesta a los nuevos retos del postcoronavirus? ¿a retos como la falta de servicios educativos esenciales que permitan las largas jornadas presenciales, o la potencial crisis de cuidados que se intuye en el horizonte? Elaborar una agenda de trabajo inclusiva sobre el teletrabajo y el género en el futuro del postcoronavirus resulta imprescindible en este sentido.

Para esbozar el itinerario de dicha agenda se señalan algunos de los ámbitos de las condiciones del teletrabajo que ofrecen mayor incertidumbre y a las que se enfrentan especialmente las mujeres que teletrabajan. Entre las ventajas de quienes trabajan a distancia se tiende a valorar especialmente la flexibilidad para distribuir la jornada laboral, el hecho de no tener que perder tiempo en los desplazamientos hasta el centro de trabajo, la posibilidad de seguir trabajando a pesar de tener que cuidar de dependientes, mayor autonomía en el trabajo, mayor productividad, y el disfrutar con menos distracciones mientras se trabaja. En contraposición, se destacan como aspectos negativos cierta falta de comunicación con los compañeros, la sensación de aislamiento social y de trabajar en solitario, la mayor dificultad para desconectar del trabajo, el mayor tiempo invertido en el trabajo, mayor requerimiento de productividad, menor posibilidad de promoción y desarrollo, mayor conflicto trabajo-vida personal, y mayor propensión a padecer estrés, depresión y fatiga visual (9). Al analizar esta configuración de las condiciones laborales del teletrabajo desde la perspectiva de género, se suscita la problemática inherente a esta situación como el aumento de la sensación de aislamiento que sufren las mujeres en la residencia familiar, su segregación de las actividades colectivas y su debilidad para las acciones de mejora de las condiciones de trabajo, el descenso de su visibilidad y la posibilidades de ser ignoradas, la mayor presencia de distracciones para el desempeño del trabajo remunerado, y la presión de atender las tareas del hogar, la atención a los niños y otras personas dependientes. Estas consideraciones tienen repercusiones para la formación del sentido de identidad (conflictivo) de las mujeres y su rol como profesionales, madres, amas de casa, cuidadoras, ciudadanas, etc. y su consecuente desarrollo como personas. La crisis del coronavirus ha hecho sonar drásticamente las alarmas de este equilibrio inestable trabajo-vida personal de la acumulación de roles. En España, donde esta problemática inherente al contexto europeo se combina con largas jornadas de presencia y un apoyo de los abuelos para atender a los niños durante las mismas, la pandemia ha supuesto que muchas mujeres se han visto atrapadas en una “tormenta perfecta”- con la necesidad de trabajar desde la residencia familiar, con los colegios cerrados, apoyando el seguimiento escolar online de los hijos, y con los abuelos atrapados a su vez ante la vulnerabilidad de la pandemia. Junto a este impacto desproporcionado de la crisis y de las consecuencias económicas para las mujeres, se ha observado a su vez una enorme oleada en el número de horas que los hombres han pasado con los niños, lo que puede llevar a una reevaluación permanente del valor de la paternidad y un cambio en los patrones de trabajo. El apoyo de la legislación laboral también en España, con hitos como el derecho a la desconexión digital apuntan otro quiebro en esta dirección. Las crisis pueden ser un acelerador de un movimiento social en marcha y el coronavirus puede marcar un hito en revertir la brecha de género. Aprovechar para diseñar políticas que favorezcan que las mujeres tengan las mismas oportunidades en el trabajo, invirtiendo en educación e infraestructuras, subsidiando el cuidado de los niños y de los dependientes, flexibilizando los patrones de trabajo para fortalecer la corresponsabilidad, pueden ir encaminados a lograr una recuperación sostenible del coronavirus.

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(1) Se usan indistintamente en este trabajo los conceptos de “trabajo remoto”, “trabajo en casa” y “teletrabajo”. Para una distinción sobre estos conceptos ver Sostero M.S et al. (2020), Teleworkability and the COVID-19 crisis: a new digital divide?, JRC Working Papers Series on Labour, Education and Technology 2020/05, JRC121193, European Commission.

(2) Ferguson, D. (2020), ‘‘I Feel Like a 1950s Housewife’: How Lockdown has Exposed the Gender Divide’, The Guardian, 3 May, https://www.thegu ardian.com/world /2020/may/03/i-feellike-a-1950s -house wife-how-lockd ownhas-expos ed-the-gende r-divide (acceso 20 de Mayo 2020).

(3) Eurofound (2020a): Sostero et al.,: Teleworkability and the COVID-19 crisis: a new digital divide?, JRC Working Papers Series on Labour, Education and Technology 2020/05, JRC121193, European Commission.

(4) Eurofound (2020b), Living, working and COVID-19 dataset, Dublin, http://eurofound.link/covid19data

(5) Eurofound (2020b). Bis

(6) Hodder, A., (2020). New Tecnology, Work and Employment in the era of COVID-19: Reflecting on legacies of research. Londres: Wiley.

(7) McCarthy, H. (2020). Double lives. A histoty of Working Motherhood. Oxford: Bloomsbury Publishing. (8) Connolly, K. A. et al., (2020). We are Losers in this Crisis: Research Finds Lockdowns Reinforcing Gender Inequality, The Guardian, https://www.thegu ardian.com/globa l-devel opmen t/2020/may/29/we-are-loser s-in-this- (acceso 29 de mayo 2020) (9) Brindusa, A. et al (2020). El Teletrabajo en España. Banco de España; Wilson, M. et al., (2004), Gender and Teleworking Identities in the Risk Society: A Research Agenda, New Technology, Work and Employment 19, 3, 207–221.

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