La salud mental en el trabajo: una fractura abierta durante la pandemia

 En Curiositá, El Prisma

Guillermo Tena

Director Instituto Cuatrecasas de Estrategia Legal de Recursos Humanos

Rotura o interrupción brusca.  Es la definición que la Real Academia de la Lengua Española hace de la disrupción. Hay temas que necesitan de una disrupción para aflorar y empezar a cobrar de manera definitiva, la importancia que merecen.  Y unos de esos temas es el relacionado con la gestión de la salud mental en el ámbito laboral.   No es un tema nuevo.  Mas bien es una realidad que es consustancial a la propia humanidad: al igual que duele un brazo, se rompe un tendón, tenemos una úlcera etc.… , las personas tenemos tensiones, padecemos estrés, traumas, que conllevan falta de sueño, necesidad de medicación o en el peor de los casos, aguantar en base al musculo individual que cada persona es capaz de gestionar sin pedir ayuda.  Para las dolencias físicas, no nos planteamos no solicitar esta ayuda.  Para los signos o dolencias relacionadas con la salud mental, nos enfrentamos con la estigmatización que hablar de la misma tiene en muchos contextos, y en particular en el ámbito laboral.

La pandemia es una disrupción en todos los ámbitos. Y también es una disrupción para nuestra salud mental. El coronavirus está teniendo un impacto significativo en nuestra salud mental. Si cada uno de nosotros teníamos un nivel determinado de tolerancia a lo desconocido, a la incertidumbre, al miedo, la COVID lo ha exacerbado: El coronavirus es esa disrupción que nos pone encima de la mesa algo que conocíamos, pero que con seguridad infravalorábamos. No podemos vivir en una sociedad donde, por ejemplo, un número cada vez más numeroso de personas sufre de mala salud mental, con la Generación Z y los Millennials particularmente afectados. La encuesta “Global Millennial 2020” de Deloitte encontró que casi la mitad de los encuestados se sienten estresados ​​o ansiosos todo o la mayor parte del tiempo; y la pandemia solo ha servido para exacerbar esta tendencia. Según la Organización Mundial de la Salud, dos de las afecciones de salud mental más comunes, la depresión y la ansiedad, le cuestan a la economía mundial $1 billón cada año.

Una encuesta realizada a más de 16.000 personas durante el confinamiento en UK por la organización benéfica Mind, reveló que el 35 por ciento de las personas que trabajan en el Reino Unido describirían su salud mental como mala o muy mala. Y, también mostró que la reincorporación al trabajo está causando que los empleados del Reino Unido se sientan preocupados y ansiosos.

Las empresas no pueden dejar de prestar la atención adecuada al tema en cuestión y correr el riesgo de ser consideradas indiferentes, que los lugares de trabajo se consideren inhumanos y que el empleo sea un mal necesario. No es momento para que la empresa española pierda talento, ni asumir los costes de las carencias de creatividad, o innovación derivadas de la falta de seguridad psicológica. Ahora más que nunca, las empresas serán evaluadas por su humanidad. Todo ello, por no hablar del impacto económico que, para la empresa, tiene una mala salud mental en los empleados[1]

En este momento, son muchas las empresas que están diseñando planes para ayudar a las personas a regresar a sus lugares de trabajo. Otras, buscan continuar apoyando a las personas que se han quedado de manera presencial en los lugares de trabajo para que realicen trabajos esenciales que no se pueden hacer a distancia. Algunas personas, están batallando con su salud mental, porque están con miedo, ansiedad, incertidumbre, preocupación familiar, en el lugar de trabajo o porque necesitan regresar cuanto antes al mismo; otras están luchando por las implicaciones de trabajar desde casa.

En paralelo, nos encontramos con algo que a mi modo de ver es difícil no encontrarse con frecuencia en el ámbito empresarial: ¿Quién se atreve a hablar de su salud mental en el trabajo?, ¿Qué impacto puede tener el desarrollo profesional de una persona si abiertamente pudiera charlar con su jefe o en su empresa acerca de su salud mental?, ¿Qué espacio está generando la empresa para poder hablar en la confianza que la persona no va a ser discriminada o estigmatizada?

Las consecuencias del COVID presentan un momento único en una generación de una cultura que preste a atención necesaria a la salud mental en el trabajo: si contamos con el liderazgo y la humanidad necesaria, además de con las acciones adecuadas, podemos aprovechar esta oportunidad para reducir el estigma, facilitando que las personas obtengan la ayuda que necesitan, brindando beneficios tanto a las personas como a las empresas.

Si las empresas crean un lugar abierto y seguro para que las personas hablen con su superior jerárquico sobre su salud mental y, como resultado, se aseguren de que se les brinde el apoyo adecuado, daremos un gran paso para desestigmatizar la salud mental, lo que será un beneficio duradero para el trabajo, las personas y sus empresas.

Es el momento de poner la salud mental de los empleados en el centro de la discusión sobre la recuperación. Para hacer esto, los empleadores deben priorizar la seguridad psicológica y la seguridad física.

 

 

[1] Deloitte UK publicó un informe en enero del 2020 que reveló el coste para las empresas de £ 45 mil millones de una mala salud mental de las personas trabajadoras.  Antes del COVID, y un 16% mas que en el 2016
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