¿Viviendo o sobreviviendo? La barrera transparente del agotamiento emocional

 En Curiositá, Perspectiva ODS

Asunción Berzal

Directora Técnica Fundación Personas y Empresas

El agotamiento emocional en el trabajo no es algo que no hayamos oído montones de veces, el síndrome de bournout, lleva años siendo analizado y sus efectos son reconocibles por los expertos, pero para muchos, el contacto con él ha venido durante este último año por haberlo vivido personalmente o como nuestros familiares y amig@s lo tenían.  

A primera vista, pensamos en todo el personal sanitario, policías, bomberos, docentes, personas trabajando en servicios indispensables, comercios, sin duda su carga ha alcanzado unas cotas que espero que nunca más tengan que alcanzar. La falta de medios para hacer su trabajo, el miedo a contagiarse y contagiar a su entorno, la sobrecarga de trabajo, día tras día, mes tras mes ha sido y sigue siendo un esfuerzo sobrehumano difícilmente mantenible a lo largo del tiempo.  

Por otro lado, y en otra “liga” estarían todas esas personas que se han quedado en casa trabajando en remoto, cambiando sus rutinas y compatibilizando, lo mejor que han podido, su faceta profesional y personal. Si bien es cierto, que la corresponsabilidad en el cuidado de las personas dependientes ha cobrado importancia, se ha mejorado en ella, pero aún existe un gran desequilibrio en este aspecto en contra de las mujeres como los datos han avalado en las encuestas realizadas en este periodo. 

Y, no nos olvidemos, del tercer colectivo al que en gran medida culpabilizamos cuando vemos determinadas imágenes en los medios: los jóvenes. Su mundo ha dado un giro de 360º, su necesidad de sociabilizar y salir se ha visto constreñida, con razón por supuesto. Desde la perspectiva de los 50 la vida se vive de otra manera, pero…solo se tiene 16 años una vez ¿no? 

¿Cómo estamos hoy? Agotados emocionalmente, y el que no se sienta así, que levante la mano. 

Como personas productivas que nos enseñan a ser, llegamos a casa, hace un año, preocupadísimos, pero con energía que, como no podíamos salir, volcamos en nuestro trabajo aumentando las horas que le dedicábamos a ello incluso el fin de semana. Enganchados al ordenador, los días pasaban y nuestro cerebro no tenía la necesaria desconexión para sanearse. La presión por hacer un trabajo bien hecho en circunstancias adversas y, el temor a perder el trabajo por la situación económica mundial ha motivado que poco a poco hayan ido apareciendo los problemas de salud física y mental. Dolor de estómago, de cabeza, dormir mal, cambios de humor han hecho presencia en nuestras vidas ¿Os suena alguno? Seguro que . 

A nivel mundial, la preocupación por la salud ha invadido todos los ámbitos de nuestra vida, somos peces en una bandada, siguiendo el ritmo que nos marcan, concentrados en ser productivos, en cumplir nuestras obligaciones, pensando en los demás y menos en nosotros como individuos.  La supervivencia como grupo nos despersonaliza como personas, hemos dejado de preocuparnos por nosotros para pensar en el colectivo y, eso es lo correcto ahora, pero tiene un precio que pagaremos a nivel global, pues el problema lo es. El agotamiento emocional en el trabajo no es solo algo que suframos las personas de países desarrollados, solo los sufrimos de otra manera. La preocupación por la pérdida del trabajo, de poder adquisitivo para poder comprar lo necesario para subsistir o el empeoramiento de las circunstancias en que se trabaja, es algo muy extendido por todo el mundo.   

Y esto nos lleva al inicio de este artículo, la barrera transparente que es el agotamiento emocional que se extiende por todo el planeta. Empezamos a estar exhaustos, ¿puede seguir el cuerpo prevaleciendo sobre la mente? Yo creo que ya no mucho más, pero no podemos rendirnos. Hay que hacer algo para poder seguir afrontando esta situación que nos estresa, agota y que no podemos cambiar. Os propongo unos pequeños retos: reír cada día para hacer reír a otros, tener un pensamiento positivo para ser un poco feliz cada día y hacer que otros lo sean contigo, querernos más para querer a los demás, en definitiva, alimentar tu alma para que tu cerebro “respire” y se relaje.  

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