El eco siempre tiene la última palabra: Tecnoestrés

 En Dichos populares y conceptos de RRHH

Sin duda que el dilema no es aborrecer la tecnología sino más bien saber estar con la tecnología. El tecnoestrés  tiene dos elementos: uno es del ecosistema estresante y el otro es la actitud del empleado. En Francia se ha puesto en marcha el “Derecho a la desconexión” durante 11 horas al día, pues la tecnología nos permite desconectar. ¿Por qué estamos ansiosos de saber si hemos recibido otro mail? ¿Por qué hay que responder rápidamente al whatsapp? He aquí donde está la actitud de la persona para no tener tecnoestrés. No podemos evitar tener las posibilidades tecnológicas de una conexión amplia con el entorno laboral en momentos de ocio, pero si podemos gestionarlo para no tener estrés. Por tanto, hay que tomar medidas en los dos elementos, evitar un entorno favorecedor al tecnoestrés (jefes agobiantes, respuestas rápidas como las más eficientes, etc…) y también mitigar nuestra ansiedad a saber cualquier información el primero, antes y ponernos la medalla de la “primicia”. Como decía Steve Jobs “Si vives cada día de tu vida como si fuera el último, algún día realmente tendrás razón”, si estas todo el día conectado, algún día serás el primero y que sepas de una circunstancia. El tecnoestrés nos lleva a los psicólogos a ver muchas perspectivas que tienen que ver con tres dimensiones:

  1. Dimensión neurocientífica. La adicción a la tecnología, al “estar enterado”, a la necesidad de estar conectado con tu móvil, tiene que ver con interconexiones neuronales. Dice un estudio de la Universidad de Harvard que la zona cerebral que “resuena“ cuando vemos una novedad en el móvil es la misma que cuando tomamos chocolate. Que la liberación de dopamina que produce una novedad en nuestro “smartphone” es tan intensa como una onza de chocolate. De ahí la importancia que alguien nos conteste, nos pregunte o incluso nos ignore telefónicamente. No hay que olvidar que el “enganche” a estar conectado produce placeres renovados, y luego, no podemos intervenir sin reconocer las dificultades de la desconexión desde un punto de vista neurológico.
  2. Dimensión social. El entorno te bombardea a estímulos por tu ecosistema virtual. El Big data y la experiencia cliente son dos inventos diabólicos a nuestro descanso personal. Siempre hay algo de interés que puedes estar desconociendo. Hay un consejo de Henry Miller que siempre me ha apasionado “Si pudiera darte un pensamiento que te conviene llevar contigo todos los días al baño, sería el siguiente: Medita en tus momentos libres”. ¿Por qué nos llevamos el móvil o el iPad al baño?. El entorno social se ha incrementado con las redes sociales, ya no solo puedes hablar a tus amigos sino también contestar a todos los grupos de whatsapp que tienes que estar. La presión social se refleja en el entorno virtual y pasamos  del bullying al ciberbullying, de ligar al ciberligar y de la venganza a la cibervenganza.
  3. Dimensión psicológica. Cada persona se siente más importante por la libertad del entorno virtual. La posibilidad de saber, estar e interactuar sin tener contacto visual y personal facilita una nueva forma de comportarse personalmente. El entorno virtual genera un medio que a veces nos recuerda a aquella frase de Jorge Luis Borges “Creo que habría que inventar un juego en el que nadie ganara”, en el entorno virtual nadie es el que gana en definitiva y de ahí su atractivo. La realidad virtual posibilita a las personas nuevas formas de comportamiento diferente a la realidad presencial. Un emoticono para pedir perdón o un guiño a través de un video es una forma nueva de comunicación humana. En este sentido, hay menos posibilidades a síndromes psicológicos, por ejemplo, en twitter se ve mucho el síndrome Wannabe (que viene de la contracción de Want To Be (en inglés, quiero ser), se refiere a las personas que quieren aparentar ser otra, imitan actitudes e incluso desean ser otra. El hecho de que alguien simplemente dé al me gusta o una recomendación facilita mucho la actitud de querer ser como el otro. Lo virtual crea un entorno diferente al comportamiento humano.

Pero estas tres dimensiones las analizamos por separado para comprenderlas mejor ya que funcionan integradamente. Y no hay nada nuevo en lo virtual que no exista en la realidad, eso sí potencia algunos aspectos con mayor énfasis que en la vida real. Por esta razón, puede ser un entorno que nos puede encadenar y debemos reflexionar en qué medida de “salud mental” tenemos que tomar para no caer en el tecnoestrés. Pero el tecnoestrés no depende sólo de nuestra actitud sino también tenemos que crear “criterios” de funcionamiento en el entorno organizativo. De que vale tu actitud de “slow life” si tu jefe quiere que contestes el correo a los cinco minutos de  emitirlo aunque sea un sábado. En este sentido, hay cinco criterios que en la literatura “digital” aparecen como modelo de un buen funcionamiento para evitar el tecnoestrés. Muchas veces con el estrés tecnológico me recuerda aquella afirmación del humorista Louis C.K que decía “Con qué rapidez el mundo le debe algo de cuya existencia sólo le habían informado diez segundos antes”, parece que siempre hemos tenido estas exigencias de inmediatez, de rapidez y de cambio de noticias que tenemos hoy, cuando hace unos años nos enterábamos de las noticias con el periódico del día anterior.

Los criterios que deben respetarse tanto por las organizaciones como por las personas para generar un ecosistema favorecedor a una relación sana con el tiempo y la tecnología no es un objetivo BHAG, como dicen los americanos, es decir no son Grandes Metas  Audaces sino más bien Pequeños Objetivos Humildes que sirven para funcionar. Los criterios son:

  1. Tu eres dueño de tu tiempo no del de los otros. La tecnología te ofrece la posibilidad de ser libre para emitir tu opinión, requerir una información, deshacer una comentario cuando tú quieras. Pero no debemos invadir el tiempo de otras personas. Si son colaboradores, lo mejor es utilizar medios para que los mensajes e ideas, que tu has elaborado cuando has querido se envíen a partir de una determinada hora “laboralizada”. Y si no es así, dejar claro la no obligación a ser leída, y por supuesto, contestada hasta el momento laboralizado de la otra persona. Este criterio es básico para entender la libertad de emisión supone la libertad de no contestar. Hay gente que se sorprende cuando me envía un whatsapp y no le contesto, pero yo tengo derecho al silencio aunque sepa que lo he leído. La libertad de emitir un mensaje cuando quieres tiene su reverso que es la libertad de contestar o no contestar, o contestar cuando tu libertad de emitir la quieres ejercer.
  2. No generar más eco que el necesario. El copiar mensajes a todo el mundo es generar un eco informativo. Por si acaso, que otros lo sepan genera ruido y probabilidades de nuevas interconexiones que generen entornos estresantes. No es sólo el copiar en el clásico mail, sino también según el principio End To End (de usuario a usuario) evitar que conversaciones personales en grupos de whatsapp, ó recomendaciones masivas de  twitter, ó la proliferación de multitud de “me gusta”. El eco informativo es muy habitual en el ecosistema virtual y genera mucho ruido estresante.
  3. Valorar la inmediatez como necesaria. Sabemos que las prisas es un requerimiento mental que genera estrés, pero las ciberprisas a contestar, a tener no sé cuantos mensajes sin contestar genera un enorme escenario de tecnoestrés. Lo inmediato no es lo mejor, el querer saber la opinión del otro ya pese a donde esté y como esté, es una situación estresante. Muchos de los Shitstorm (término del mundo virtual que podemos definir como tormenta de mierda en las redes sociales) no sólo es generado por un hacker sino por la rapidez con que se difunde por la falta de reflexión, pausa y saber estar de los que contesta rápidamente.
  4. No utilizar lo virtual como caja de resonancia emocional. No hay más expresión de ira, tristeza, alegría y de cualquier emoción que en las redes sociales. Lo que no nos atrevemos decir a una persona cualquiera a la cara o al teléfono lo expresamos en la red. Convertir las redes sociales en un escaparate de miserias emocionales genera mucho tecnoestrés. Porque no sólo es la necesidad de responder y de saber, sino también la necesidad de contestar a emociones vertidas en la red. Los Haters (odiadores en las redes sociales) llenan de mensajes y opiniones que generan la necesidad (a veces incluso moral) de intervenir. Hay que obviarlo y no entrar en bucles de autojustificación de tu comportamiento en la red social.
  5. Vuelve al teléfono y no escribas. No se trata de un consejo auspiciado por las compañías telefónicas, pero se evita mucho tecnoestrés si habláramos más que escribiéramos. Muchas veces escribimos porque tenemos el medio no la necesidad del mensaje y por la eficacia de la comunicación. Como aquel oficial de la PIDE (Policía portuguesa) que le mandaran que escribiera sobre la tortura y dijo que “se trataba sencillamente de ciertas incomodidades“ Si la tortura escrita es una incomodidad como se desvirtúan nuestras emociones. Por tanto, más hablar y escuchar para comunicar mejor.

Estos criterios son simplemente para evitar el tecnoestrés por estar enterado, por tener que contestar, por estar involucrado en otra conversación, por tener que contestar a juicios emocionales y porque no hablamos mucho. Estos principios son pequeños remedios pero que necesita de una reflexión de mayor altura. Este verano en una reunión de amigos me preguntaba por profesiones de futuro para los psicólogos y otras gentes de atribulados pensamientos humanistas, y cuando me preguntaron yo dije: filósofo digital, y lo justifique por la cantidad de reflexión que tenemos que tener para adaptar el comportamiento humano al ecosistema virtual.

En fin, el tecnoestrés es un daño colateral al nuevo ecosistema digital. La tecnología nos posibilita vivir con mayor libertad, romper el concepto horario pero siempre que sepamos trabajar las sirenas del estrés, pues como buenos Ulises nuestra odisea virtual necesita que tu libertad no caiga en la multitud de posibilidades que te ofrece la tecnología. Estamos tan hiperconectados que necesitamos hacer dietas de desconexión que te posibiliten mejor salud mental. Y para acabar, ahora que se emite una poética película de la gran obra del Principito de Antoine de Saint-Exupéry siempre cuando hablo de tecnología y  persona me acuerdo de su frase que sintetiza muy bien nuestra relación con la tecnología: “Si quieres construir un barco de vela. Organiza los hombres, recoge la madera, asegura la impermeabilidad, distribuye las tareas…Pero sobre todo…Enséñales la nostalgia del mar infinito”. Ante todo, recordar el océano de oportunidades que nos ofrece el futuro tecnológico pero sin olvidar la nostalgia de tu libertad personal. Yo por si acaso, este fin de semana voy a leer un libro (físico) de poesía y voy a hablar con mis amigos.

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