Trabajo en época de crisis: transformando la desvinculación en oportunidad

 En Curiositá, Perspectiva ODS

Asunción Berzal

Directora Técnica de la Fundación Personas y Empresas

 

La vida de cualquier persona pasa por muchas fases personales desde que nace. Crecemos, y mientras lo hacemos estudiamos con el objetivo de estar preparados para que cuando seamos “mayores” podamos conseguir un buen trabajo, digno, que nos guste y nos permita vivir con holgura. Pero esa ecuación no siempre tiene el mismo resultado, la crisis mundial como la que estamos viviendo, está arrasando con esas expectativas y socavando uno de los pilares fundamentales del ser humano. El trabajo es no solo la forma de conseguir los recursos económicos necesarios para vivir, sino también una importante fuente de realización como persona pues es uno de los constructos sobre los que está constituida nuestra sociedad. Es por ello, que la pérdida o el no poder entrar en el mercado laboral supone una merma de la seguridad personal y social de muchas personas. Cuando esta situación se da en épocas de bonanza, estos sentimientos de dependencia hacia los que nos mantienen o ayudan económicamente son puntuales, pero en situaciones de crisis se agudizan al ser más difícil encontrar trabajo, y se le añaden sentimientos de impotencia, tristeza y desesperanza sobre el futuro y la sociedad.

En momentos como el actual, donde la crisis motiva la reestructuración de la plantilla en muchas empresas grandes y pequeñas, la destrucción de empleo aumenta en tal medida que la consecución del ODS 8 (Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos) se vuelva muchísimo más compleja y hace que aumente exponencialmente la desigualdad. Reducir la tasa de desempleo en general y, especialmente entre jóvenes y mayores sin formación cuando ambos colectivos ya tenían serias dificultades para acceder al mercado laboral, así como mejorar las condiciones laborales, se convierten en objetivos difícilmente conseguibles, y esto no parece que tenga visos de resolverse con la rapidez que millones de personas en todo el mundo necesitan.

Muchos sectores empresariales han sido seriamente tocados: servicios, ocio, turismo, etc., además la brecha económica abierta por la pérdida de empleo se ha agrandado más respecto a las clases sociales más desfavorecidas que mayoritariamente ocupan puestos en esas áreas. Por otra parte, la crisis también ha acelerado el avance digital en la prestación de servicios a terceros que antes se hacían de forma presencial, provocando reestructuraciones en el comercio o la banca, lo que supondrá un considerable aumento del desempleo y dejando sin acceso al trabajo especialmente en los grupos más tocados: jóvenes y adultos de más de 50.

Todo está “tormenta laboral”, deja unos sentimientos de gran desconfianza en los líderes y en las empresas tanto en los que son despedidos como en los que mantienen el empleo. Inicialmente, la incertidumbre económica no es un buen caldo de cultivo para conseguir empleos mejores, pero si debiera ser un impás en el que nos planteemos nuevos sectores y oportunidades de trabajo en la que crear empleos más sostenibles, que tengan en cuenta a todos los grupos sociales mediante nuevas fórmulas de trabajo más flexibles para que nadie “se quede atrás”.

Como ya hemos visto en el último año, para salir adelante, necesitamos que todo el mundo “arrime el hombro”. Por un lado, la incentivación pública hacía el cambio de modelos de negocio en favor de sectores emergentes se vuelve necesaria para ayudar a las empresas a levantarse. Por otro, el sector privado, ha de reformular su negocio, pero teniendo en cuenta que debe ser sostenible no solo económicamente, sino también socialmente. La sociedad civil reclama este cambio a las empresas y las que no cambien sus modelos de beneficios económicos sin inversión social irán perdiendo competitividad y quedando relegadas en favor de las que avancen con los cambios que todos los stakeholders de la empresa necesitan: empleados, compradores, consumidores, proveedores, inversores, etc. Como tercer pilar, nosotros los trabajadores, atrás quedaron las historias de las personas que empezaban y acababan su vida laboral en la misma empresa haciendo lo mismo, las carreras profesionales deben ser una ecuación de lo que nos gusta hacer, de lo que necesitan las empresas más una buena dosis de formación continua para poder seguir ofreciendo un valor añadido que nos haga empleables.

Como empleado, el paso por una desvinculación no deseada no es un camino que quisiéramos recorrer. Nos decimos: “Soy demasiado mayor o joven para…, No tengo experiencia… Quién me va a querer contratar para…” porque supone enfrentarnos a los miedos y las barreras que nos pone la sociedad, pero también nosotros mismos. La desvinculación nos pone en la tesitura de repensar nuestro futuro profesional, cambiar de sector, de posición, o incluso emprender un negocio puede ser estresante inicialmente, pero también nos da la oportunidad de “resetear” y empezar de nuevo en actividades que nos ilusionen.

Como sociedad, creo que debemos aprovechar este momento de crisis e incertidumbre para pensar en la sociedad que queremos ser, y también para “sembrar y potenciar” medidas en materia de trabajo que aseguren cambios y mejoras que recogerán nuestros hij@s. Hemos de luchar no solo por nuestros derechos personales sino también por los de las personas más desfavorecidas con dificultades para acceder al trabajo o para conseguirlo en unas condiciones dignas. Sigamos siendo resilientes colectivamente como lo hemos hecho en el último año. Luchemos porque todo el mundo tenga igualdad de oportunidades para tener un trabajo digno. Ayudemos a que el ODS 8 se cumpla.

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